martes, 31 de marzo de 2009

Un refrán como fundamento de la democracia


Estaba yo hoy en el trabajo (una mala costumbre que tengo), tirando líneas y tal, cuando media hora antes de la hora de salida, un grupo de gente se ha ido. Hasta ahí todo relativamente normal.

Deja de ser normal cuando lo hacen a diario.
Entre eso, el desayuno, y el café/cigarro de por la tarde, se fuman, de media, una hora diaria de trabajo (redondeando a la baja).

P: "Será que lo recuperan todas las tardes".
R: Pues no. Lo sé porque siempre se van a su hora, antes que yo.

P: "Será que no tienen mucho que hacer y se aburren".
R: Me consta que no. De hecho no suelen llegar nunca a tiempo a los objetivos.

P: "¡Entonces eso no tiene disculpa!"
R: ¡Exacto! Simplemente es "jeta", "morro", o llámenle X.

El caso es que, como a mucha gente, no me apetece sentirme más pringao que los demás. Les he dicho a algunos de mi grupo que nos fuéramos yendo. Uno me ha dicho "No porque lo hagan ellos lo tenemos que hacer nosotros".

Efectivamente y no. Aquí o follamos todos, o la puta al río.

Y ahí es cuando se me ha ocurrido el fondo de este post: la democracia se basa, fundamentalmente en ese principio.

Aunque parezca un poco salvaje compararlo así, se puede decir que, o todos pasamos por el aro de la misma ley, o esto será Jauja para todo el mundo.

Que si todos hiciésemos lo que nos da la gana, ni el tato acabaría trabajando. Sin duda.
Pero que si algunos hacen lo que les da la gana, al final el marrón o el apuro (o como quiera que se le llame) de unos pocos, acaba distribuyéndose entre todos. Y no voy a trabajar de más lo que otro trabaja de menos.

Que sea por capacidad vale, pero que sea porque hay una serie de aficionados a tocarse las pelotas...

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