Nada más volver de Singapur, le tocaba el turno a Ho Chi Minh City (a los americanos les causa pánico este nombre), anteriormente conocida como Saigón, capital de Vietnam.
Tras ser razonablemente estafados por el taxista (el 95% no hablan inglés), a eso de las 21:30 llegamos a Pham Ngu Lao, la calle de hostales y de guiris.
Nada me podría haber parecido más auténtico en aquel momento: Luces amarillas, calles fervientes de gente, vendedores ambulantes, aceras medio destrozadas por pura dejadez post-comunista, locales de comida y de venta de todo tipo de imitaciones...
Para el acceso al hostal ya no tengo ni palabras (aunque de noche todos los gatos son pardos, y no me fijé ni en la mitad de lo que vi). Lástima que no se aprecia en la foto.
A la mañana siguiente, mientras deshacía el camino andado por las callejuelas, pude corroborar por enésima vez la autenticidad de lo que tenía alrededor: estaba casi dentro de la casa de esta gente; todos tienen la puerta del bajo abierta de par en par y no tienen vergüenza de que les puedas ver en pijama, semidesnudos, tirados por el suelo...
(De esa última reseña no tengo foto, está grabado en mis retinas)
Pero lo más omnipresente de todo eran las motos. Motos por todos lados inundando las calles, tiendas de motos, de sillines, de neumáticos, el sonido casi constante del claxon (esto era muy agobiante)... los 3 millones de motos en esta ciudad son como una extensión de las personas. Como en Roma, pero "a la vietnamita". Muy fácil desquiciarse en apenas una hora.
(He llegado a ver incluso familias de 5 personas (3 adultos) en la misma moto. Y no iba en llanta)
La ciudad en sí es en general gris y está mal cuidada, pero tiene muchísimo ambiente (fuera de las motos) y zonas con auténtico encanto. Muchas tiendas y pequeños negocios de aspecto descuidado pero atrayente, que contrastan con la gran cantidad de publicidad de grandes empresas (en esto último creo que coinciden la mayoría de ciudades asiáticas).
(La primera de las fotos es una calle cualquiera, pero con encanto)
Respecto a las excursiones, dado que no teníamos suficiente tiempo en un fin de semana para ir al Delta del Mekong, elegimos la de los Túneles de Cu Chi: gira en torno a los túneles subterráneos que la guerrilla vietnamita usaba para defenderse y comunicarse durante la guerra contra los americanos.
Nos habían dicho que podría ser un poco agobiante meterse, hasta que con nuestros ojos vimos a un hombrecillo meterse por un agujero que no era más grande que su cadera:
Nos enseñaron unas cuantas de las trampas que les dejaban por los bosques los vietnamitas a los americanos. Y tienen pinta de que dolían bastante.
(Está claro que no se andaban con chiquitas)
La gente se hacía fotos al lado de un tanque. Yo me subí directamente sin preguntar.
Disparamos con una auténtica AK47 (a €2 por bala). Una descarga de adrenalina en condiciones. ¡Y menudo petardazo que pega!
Y hasta vimos el jeto del "amado Ho Chi Minh" en un plato en la tienda de souvenirs.
¡Sólo decorativo! Comer sobre su cara puede producir " revoluciones intestinales".
La excursión en el mismo día nos llevó a la ciudadela del Cao Ðài, una religión inventada allá por los años 30, basada fundamentalmente en juntar un Buda, un Tao, un Jesucristo, un Vishna, un Confucio y algún colega más, y meterlos en el mismo templo (cuyo símbolo es un ojo — qué original...).
Suena descabellado, ¿verdad? Pues nos dijeron que ya son unos 8 millones de creyentes...
(Aquí hay sólo unos pocos)
Al día siguiente nos dedicamos a patear la ciudad, que nos sigue dejando imágenes curiosas y tremendamente características, como los vendedores ambulantes con el sombrero de platillo, abuelillos jugando a juegos tradicionales, o las marañas de cables de tensión.
Visita obligada al Museo de la Guerra, que cuenta, barriendo mucho para casa, las aberraciones que se cometieron durante la guerra de los americanos contra los vietnamitas. Auténticos documentos históricos (y no me refiero a papeles) y fotos que hablan por sí solas (hay algunas no aptas para todos los públicos).
Y esto ha sido Saigón, o Ho Chi Minh City. Sin duda hay más cosas que ver, tanto en la ciudad como en los alrededores (el ya mencionado Delta del Mekong), pero se necesita más que un fin de semana. De todas formas, si vuelvo a Vietnam, iré a Hanoi.
El próximo fin de semana toca Jakarta, en Indonesia. Y no es precisamente el sitio más adecuado para viajes culturales...
Te nos vas a volver guerrillero, jejeje :P
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